2009/10/28

Lo que me saca de mis casillas (I)

El ser humano, generalmente, tiende a sacar lo peor de sí mismo en dos situaciones:

  • Cuando está solo y está completamente seguro de ello, o bien
  • Refugiado entre una masa lo bastante concurrida.

Existe un caso más bien intermedio, que vendría a ser encontrarse conduciendo un coche en mitad de un atasco. De una parte, el individuo se siente seguro y cree que nadie le mira (confesad: ¿cuántos os habéis hurgado la nariz “sacando petróleo”, acordado de la madre de alguien con mayor o menor razón, retocado el maquillaje o desafinado al compás de [INSERTE AQUÍ SU CANCIÓN] sin preocuparos del resto del mundo más allá de la carrocería?), mientras que de la otra se halla acompañado por miles de energúmenos que, al unísono, tocan el claxon como si hubiera ganado el Barça el triplete y berrean del mismo modo que si les hubieran perforado un huevo con una aguja al rojo.

Y diréis: ¿a qué viene todo esto? ¿Psicología de baratillo? ¿Pedantería? Pues quizás, pero no. Todo esto sirve como introducción a una una cuarta situación, difícilmente encasillable en alguna de las otras tres (o sí): una anomalía, una perturbación en la Fuerza. Me refiero a…

¡LOS PARAGUAS!

El horror...el horror

El otro día llovió en Barcelona. No se trata de un fenómeno exclusivo de la ciudad Condal, también ocurre en Madrid, Tokyo, Taiwan (¡ni hao, Muerte!) e incluso Cincinatti, y tampoco es que sea noticia (el muro de la estación de metro que se derrumbó probablemente opine de otro modo, pero no viene al caso). Cuando llueve la gente suele mojarse, fenómeno que puede resultar molesto en determinadas circunstancias, y para evitarlo se recurre a dispositivos tan dispares como chubasqueros, abrigos, capuchas, carpetas, cartones, bolsas del súper (las awelas, esa fuente de sabiduría), vehículos cubiertos o…

¡LOS PARAGUAS!

¿Y de dónde viene mi odio hacia estas en apariencia inofensivas armas de destrucción masiva, con lo útiles que son? Pues de que estos engendros de Satán, entre otras cosas, sacan lo peor de sus portadores (iba a decir que cambian a la gente, pero tampoco voy a pecar de ingenua). Si en vez de una mierda de anillo Sauron hubiera creado 3 paraguas para los reyes elfos, 9 para los reyes humanos condenados a morir y blablabla, la Tierra Media se habría ido al carallo antes siquiera de que Sméagol hubiera llegado a oler el Paraguas Único. Los que, por principios o por olvido, hayáis salido a la calle un día de lluvia sin él me daréis la razón.

  1. Un fulano con paraguas jamás se preocupa del resto de los viandantes, salvo quizás de otro fulano con paraguas. En calles especialmente concurridas, esto se traduce en que el desgraciado de turno sin un mal paraguas, espada o arma de fuego con que protegerse (o unirse a la manada) termina o bien ganando una competición de limbo o con una hernia lumbar –posiblemente ambas cosas- de la cantidad de veces que ha tenido que doblarse a lo Neo para no acabar tuerto entre la invasión de tela, plástico y hierro que le rodea.
  2. Debido también a (1), un “paragüista” ocupará el espacio de la acera siguiendo un algoritmo voraz en el que el recurso a optimizar es la porción en la que no cae agua: si hay un toldo, o las terrazas de un edificio que sobresalen, se pondrá debajo. Si caben más de dos personas en ese espacio, lo ocuparán siempre dos personas con paraguas aunque la tercera vaya con su pobre capucha pingando (además, a ésta le coincidirá encima la gotera, no falla). 
  3. Un paraguas está específicamente diseñado para ser un arma mortal (como una cuchara). ¿No véis su punta saca-ojos? Igual que la cuchilla de una bayoneta. Por no hablar del piloto nazi en Indiana Jones y la Última Cruzada. Bueno, era nazi y esas cosas pero ¿y si hubiera sido un gatito, ein? Que en realidad la culpa fue de una bandada de pajarracos, vale. ¿Pero quién fue el autor intelectual? Un paraguas, obviamente**

Es por todo esto por lo que los paraguas me sacan de mis casillas. En consecuencia, deberían ser prohibidos, incinerados y, en resumidas cuentas, erradicados de la faz de la tierra.

Ahora, si me lo permitís, me voy a tener un ataque de ansiedad. Y no, esta vez la culpa no la tienen "ellos".

**Sean Connery no me vale: era el brazo ejecutor.

3 comentarios:

  1. Comprendo tu odio por los paraguas, yo como personaje que me gusta ir por la lluvia sin paraguas ni nada me pasa mucho. Y ahora imaginate una situacion peor... Que pasaria si el canon de belleza de las mujeres fuera una piel muy blanca y llevaran el paraguas a todas horas llueva o no llueva? Pues asi es Taiwan.

    ResponderEliminar
  2. El paraguas es un invento del demonio.
    Si llueve poco no tiene sentido porque... ¡¡es solo agua!! no te va a pasar nah
    Y si llueve mucho no tiene sentido porque... ¡¡te vas a mojar igual!!
    A mi no me importa mojarme, pero creo que si tuviera fobia al agua me seria mucho mas util un chubasquero.

    ResponderEliminar
  3. Acabo de ver el video de la cuchara asesina
    Geniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaal!

    ResponderEliminar